miércoles, 10 de octubre de 2018

20181010 (Seguimos soñando)

Soñé con un imperio muy extraño, en el que yo vivía. Ese imperio era la vida de una persona que no conozco, o la imagen que tiene esa persona de la vida, de la existencia. Era desolado y egoísta, como todo lo que es poco inteligente, burdo o acorralado.

Luego soñé que mi vida era otro imperio. Era un imperio de la mentalidad cándida de la niñez.  Una sala de juegos, protección y calor, tibieza y recogimiento, risas de sorpresa y desafíos ilusionados. Había una inocencia salvaje que está prohibida en la vigilia asustada que vivimos normalmente.


Vigilia asustada de soñar. De que la gente sueñe.

Pensaba antes de irme a dormir que yo soy más de Dunsany y Borges que de Tolkien. Lo que pasa es que cada autor canta a una parte del alma.

Leyendo revistas de juegos, me daba cuenta de que a pesar de las dificultades, sigo soñando. Sueño que jugaré, sueño que haré tal historia, sueño que estoy imaginando, cuaderno y boli en mano, mundos y mitos.

Ayer mismo tuve la oportunidad de desempolvar viejos libros de aventuras, de esos que siempre deseé tener y poder usar de adolescente. Pude usarlos, buscar unos datos y completar esa historia que ya es vieja y que ha traído diversión, me parece, a unos cuantos amigos.

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Niñas, aunque os parezca que vuestros sueños no tienen importancia, no los olvidéis. Mucho menos dejéis que alguien os diga algo así. Son vuestros sueños, y por ser vuestros, debéis perseguirlos, pues son parte importantísima de lo que sois, de vuestra naturaleza. Es posible que sea lo que más importe de nuestra vida, además del amor (amar y ser amado).

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A pesar de ser un día difícil, doy gracias porque pude estrechar la mano de gente que me parece digna de admiración. Pude dar las gracias a gente por haber acudido a una llamada habiendo sido avisados casi con ninguna antelación. Pude perdonar a quien tuvo palabras duras conmigo. Tuve la ocasión de reir en la comida y sobre todo tuve la ocasión de hacer reir.

Gracias.

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